Cuando pensamos en las labores de costura, solemos evocar a nuestras abuelas o nuestras tías, cerca de la luz, cosiendo de forma imparable y consiguiendo elaborar trabajos de gran calidad y preciosismo.
Pero nada más alejado de la realidad. Si nos sumergimos un poco por Internet o nos damos una vuelta por las mercerías de toda la vida, es posible que encontremos a una legión de personas jóvenes y de mediana edad que no solo han retomado la tradición de coser, bordar o tejer, sino que han creado negocios a su alrededor y enseñan y se reúnen en modernos clubs de costura.
Una de las tendencias que más fuerza tienen es la del patchwork. Esta palabra anglosajona define a los trabajos de costura en los que se cosen varios trozos de tela diferentes para crear con ellos nuevos diseños.
No es una técnica nueva ¡ni mucho menos! Cerámicas y murales de más de mil años de antigüedad muestran cómo los antiguos usaban esta técnica de costura de la que evidentemente no quedan restos textiles.
En un principio se creaban piezas de patchwork figurativas, en las que el diseño principal estaba en el centro, aunque poco a poco los bordes fueron ganando protagonismo. Se usaban en ropa del hogar, pero también para las prendas religiosas, para banderas e incluso para caballos.
Para elaborar piezas de patchwork se usaban desde sedas y damascos hasta algodón, terciopelo y lino, dependiendo del fin que tuviera el trabajo de costura. A mediados del siglo XV comenzó a acolcharse usando como parte superior la pieza de patchwork, una parte intermedia de algodón, lana, seda o combinaciones de fibra y la parte de atrás, más tosca, de algodón.
Esas tres capas de unían haciendo un acolchado mediante puntadas cruzadas entre las tres partes. Pero por supuesto, como en cualquier tarea de costura, no se hace de cualquier manera.
Los ingleses fueron los primeros que comenzaron a prestar especial atención a ese acolchado, que lo cosían con mucha delicadeza y detalle en la parte central y más cuadriculada en los bordes.
Cuando los europeos comenzaron a llegar a Estados Unidos llevaron esta tradición con ellos y desde luego es allí donde mayor evolución ha sufrido el patchwork y el quilting. Las mujeres se unían para coser quilts para novias, para bebés recién nacidos o para que los hombres se los llevaran a la guerra.
Por otra parte, los Amish son quizás los que más han perfeccionado el arte del acolchado. Esta comunidad cristiana comenzó a trabajar los quilts (el nombre de estas colchas una vez se van a acolchar) a principios del siglo XIX.
Su profunda dedicación por las labores manuales de todo tipo han provocado que sus colchas sean las mejores que pueden encontrarse; trabajos hechos a mano con muchísimos detalles, realzando el diseño del patchwork, pero también con un sentido profundamente práctico.
De hecho, algunas de las comunidades Amish más aperturistas venden estos quilts por Internet a precios astronómicos, pero hay que tener en cuenta que son auténticas obras de arte hechas a mano e irrepetibles.
Hay una auténtica fiebre del patchwork hoy en día y podemos ver trabajos con esta técnica en bolsos, prendas de vestir, ropa de cama y objetos del hogar que muestran cómo la imaginación, en ocasiones, no tiene techo. Os invitamos a navegar por Internet para conocer un poco más de este mundo textil.